Wednesday


 El cazador, oculto

La novela de Salinger, por Stephen King.

Por PZ.


La adolescencia es de Salinger. Fue él quien, en poco menos de 300 páginas —y un puñado de cuentos—, consiguió atraparle la esencia. Desde la publicación de El cazador oculto (o El guardián entre el centeno; pero yo la leí como El cazador oculto y aunque el otro título se ajuste mejor no puedo sino mencionarlo con este), los adolescentes parecen copias más o menos fieles de Holden Caufield.
Novela ícono, formadora de generaciones, es curioso —aunque nada sorprendente— que en sus comienzos estuviera prohibida en las escuelas. Así da cuenta Stephen King en 22/11/63:
Mi mejor día como sustituto llegó en el instituto West Sarasota. Después de relatar en una clase de literatura americana la historia básica de El guardián entre el centeno (un libro que, por supuesto estaba prohibido en la biblioteca de la escuela y que habría sido confiscado si algún alumno lo hubiera llevado a aquellas sagradas aulas), les alenté a discutir la queja principal de Holden Caufield: que el colegio, los adultos y en general el estilo de vida americano estaban lleno de falsedad. Los chicos arrancaron despacio, pero cuando sonó el timbre, todos estaba intentando hablar al mismo tiempo, y media docena se arriesgó a llegar tarde a su siguiente clase para exponer una última opinión sobre lo que andaba mal en la sociedad que percibían alrededor y lo que tenía de malo la vida que sus padres habían planeado para ellos. Sus ojos brillaban, sus rostros ardían sonrojados de entusiasmo. No me cabía duda de que en las librerías de la zona iba a aumentar la demanda de cierto libro en rústica de color rojo vino.
(…)
Días más tarde, el director me llamó a su despacho, hizo algunos cumplidos, me ofreció una Coca-Cola, y por fin preguntó:
—Hijo, ¿es usted un elemento subversivo?
Le aseguré que no lo era. Le dije que había votado por Ike. Pareció Satisfecho, pero sugirió que en el futuro me convendría ceñirme más a la «lista de lecturas generalmente aceptadas». Los peinados cambian, y la longitud de las faldas, y la jerga, pero ¿la administración de los institutos? Nunca.

22/11//63, Stephen King, págs 305-306, Plaza Janés (2012)

Visto en Hablando del asunto

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