Monday

pepsiboom

¿Qué te cuento sobre la pepsiboom?

AL


#musicdiaryproject Día 5
Como ejercicio o algo, lo relevante del día fue que tuve la loca idea de meterme a las cuentas de last.fm y darle click a los temas más escuchados de cada uno de mis “friends”. Pero como tuve un montón de trabajo, no llegué tan lejos. Me llevó a una conclusión tristísima: jueves y viernes es un martirio la oficina. Sólo una foca podría aplaudir por trabajar así. Pero me di un tiempito, al tiempo de comida y me zambullí con ayuda del Last.fm player.
@jenesaispank tiene a The Fresh and Onlys. Ha tocado 188 veces “Waterfall”. Hay una guitarra “trueno” en el puente. Un slide invariable, como un riff, casi al final. Es muy surfie y pegajosa. Me gusta.
@Marinho7 ha tocado 27 veces “La canción de tu vida”, de Joe Crepúsculo. No sé en qué disco viene esto pero no me ha gustado cómo canta ahí. Suena a Nacho Vegas. Me gusta que suene más a Lawrence. Pero el coro está bien: “fue la canción del verano, la canción de nuestra vida, como un rayo que atraviesa las heridas”. Un momento. Eso creo que ya lo había escuchado.
“Stereo” de Pavement está en el primer lugar de las más escuchadas de @Balmori. El único disco que nunca escuché de Pavement. ¿Qué diablos con el rapeo del inicio? El coro es lo más punk que pudieron grabar. Y la batería, ja, parece que está pegándole a un bote de pintura. Qué temazo. Me lo conseguiré.
@sifur -@murmuju- tiene a Czeslaw Spiewa. Creo que me la pasó por spotify. Otra canción a lo “Leader of the Pack”. Qué buena la voz de la chica. Y el piano. Luego se detiene en la nada. Siento que me está bateando. Me está bateando una canción. Dios, esto es muy bueno. Arreglo barroco y todo. Qué linda.
El joven @paulinoo tiene un tema de Billy Bragg que no conocía: “A New England”. Punky. Es buenísimo. No parece nada a lo que había escuchado de él. “I dont want to change the world, im not looking for New England, im looking for another girl”.
“505″ de Arctic Monkeys está en primer lugar de los tracks de @ddzen. Otra banda que no conocía. ¿Son los tipos de la portada del Hooligan que fuma? La canción está linda. De esas que se van armando a tiempos. Primero una cosa, luego otra y así. Son como unos Stone Roses con menos soul pero más músculo.
Esto ya casi se acaba. Dos días más. Me sigo enterando de cosas terribles. Ja.


#musicdiaryproject Día 6 y 7. Y conclusión

Sábado y Domingo. Sabía que eran los días en que menos escucho música pero no sabía bien cuánto. Y no es tan trágico pero podría decir que es sólo en la mañana y en la noche. Durante los 40 minutos que le he dedico el sábado a caminar, no me he llevado los audífonos. Así que regresando sigo escuchando a Beatles y a Quadron. Slippin es la canción que más repito. Average Fruit, también. Toda la tarde y una parte de la noche me la paso en Villa de García. Regresando, vuelvo a escuchar el disco de Tracey Thorn. Me da gusto pensar que es la época de Tracey-Quadron-Iron & Wine-Beatles. Porque el domingo se repite. Lo mismo. Sólo que al final, me he puesto Blue Train. El único disco que John Coltrane grabó para Blue Note. Le comento a mi mujer que no lo conocía. Llego a él porque Lee Morgan es el trompetista. Así que también me pongo “The Sidewinder“.
Mi conclusión es breve. Creo. Primero lo mejor: este ejercicio me puso a escribir diario y creo que eso fue bueno; quise regresarle algo a la música, supongo. Nos da mucho y creo que pocos le dan algo a cambio. Ahí hay un mundo enorme de posibilidades. Segundo: nunca he dicho en mi vida: qué aburrido estoy; porque casi siempre hay muchas cosas en qué pensar. Y esto es gracias a que existe la música y mejor aún, a que trato a como dé lugar de explicarme a mí mismo primero el por qué me gusta. Y como plus, si he de ponerlo en algún lugar y ese lugar es aquí, pues ahí tienen.
¿Estuvo bien, no?

Por Raining Blood

Viene Slayer a mi ciudad. Me ha emocionado bastante esta noticia que ayer puse Seasons in the Abyss, mi disco favorito. Estuve recordándolos durante la noche. El día en que un amigo me prestó South of Heaven, la primera vez que escuché Reign in Blood, el día en que extraje a mi computadora Undisputed Attitude, ¡el día en que mi padre jugó baseball con una camisa de Slayer! y así. Si aún no los conoces, esto se arregla en, los que creo yo, cinco motivos por los cuales no te los debes perder.

- Es la banda más salvaje sobre la faz de la tierra. Quizá te dirán que es Napalm Death o Deicide o Immortal. Mamadas. Slayer tiene a Kerry King, padre de todos ellos. Tienen más de 30 años tocando un género que tiene los mismos años de vida. Mierda, tocaban en garages y los vecinos creían que llegaba un tornado. De ese nivel.

- Viene la alineación orginal. Que quizá te valga un poco si, a estas alturas, no conociste la alineación original. Jeff Hanneman, Dave Lombardo, Kerry King y Tom Araya. ¿Pensabas ir a ver a Journey sin Steve Perry? En Slayer no va a pasar algo así.

- World Painted Blood es un monumento. Sí, su último disco exhuda terror. Yo estaba muy excéptico y me extrañaba que no lo mencionaran tanto como Christ Illusion, pero diablos, en este disco hasta un tema sobre Chikatilo tienen. Vaya, para ser claros, no sólo vienen en forma, sino que vienen a presentar un disco inmenso.

- No vienen a la Arena. Lo cual, para un concierto de metal, resulta perfecto. La Arena Mty es un desastre de recepción sonora. Rebotan más los bajos que en un lowrider. Y de hecho, es simplemente estúpido escuchar a la mejor banda de Trash Metal en un auditorio pensado para un rave. El Auditorio Banamex -que no conozco, todavía- no está cerrado, tienen una parte al aire libre -que según recuerdo como el anterior Auditorio Coca-Cola- permitía a cualquiera rodar de arriba a abajo sin contratiempos.

- Por Raining Blood. La van a tocar y va a ser brutal.


















VA

11. Contrario a lo que escribe Yépez en su ensayo, aunque siempre lo haga con un poco de guasa y en defensa de la provocación —ensayista guasón—, creo que el ensayo ha emigrado a la periferia, si es que alguna vez salió de ella, para sobrevivir a su extinción; ha radicalizado su carácter anfibio, inasible, movedizo, su permanente capacidad de ser otra cosa. Por ejemplo, ser crítica ficción, un género antípoda de la non-fiction prose, un híbrido inventado por Yépez mismo: ¿qué habría sucedido si Max Brod no hubiera defraudado a Kafka? La respuesta es crítica ficción, la muestra de que el ensayo también practica la imaginación de lo posible, y no sólo la argumentación plomiza. En medio de ese gran sentimiento de acabose que hoy ensombrece a la literatura, el ensayo auténtico se ha vuelto tránsfuga, evoluciona, se aproxima a otros géneros, los ayuda a salir del atorón. Como a la novela, que parecía ya muerta hasta que se confudió con el ensayo y se oxigenó (pienso en Magris, Sebald, Coetzee, Vila-Matas, quien hace poco declaró: «Mezclar a Montaigne con Kafka, ésa me parece la dirección»). Hay que releer esos cuentos de Pitol que acaban como ensayos o esos ensayos que terminan como cuentos, para alimentar al «monstruo informe» del ensayo, en lugar de engordar sólo a la razón. Hay que ver los videoensayos de Laura Kipnis para ir más allá de los confines de la página, o simplemente volver a Montaigne, que hizo del ensayo algo más que un género, un arte de vivir, lo mismo que hace hoy el explosivo Hakim Bey, aunque lo haga desde otro extremo del temperamento y la actitud política.

Thursday

PO

Royal Wedding I
Monarcas



Los últimos días del verano porteño trajeron una de esas noches-diamante que son varios libros en sí mismos. En el noble recinto donde una vez recitara su poesía Federico García Lorca, se casaron Dañel Link y Sebastián Freire, en tuxedos impecables; podían adivinarse los aleteos, las batallas de bibliografía comentada, cataratas de tinta futura intentando descifrar la distribución de las mesas. Buenos Aires era Venecia, en los ojos cerúleos de Edgardo Cozarinsky encendidos bajo el antifaz; era la república amorosa de Won Kar Wai, en las paredes endiabladas de rojo barroco. Sé de algunos fascinerosos que merodeaban a Beatriz Sarlo con la oscura intención de morderle las perlas y verificar su autenticidad; no obstante, el clima de decoro y glamour se mantuvo intacto en el birreinato del Plata, donde Beatriz y Josefina Ludmer ejercen su majestad. La elegancia black-tie de la fiesta transmitía el mensaje moral: que los siglos de esponsales entre sexos diferentes no habían sido más que un pasaje, la pupa previa a la aparición sagrada, inolvidable, de la mariposa auténtica. Estábamos, después de todo, en el Salón Imperial del Club Español: una justa metáfora del lugar de la literatura argentina según sus hacedores.

Durante días, los mundanos departamentos de Spanish en Stanford, Birkbeck College y Harvard, desde donde escribo estas líneas, no tuvieron otro tema de conversación (¿qué se puso Ariel Schettini?). Al son de la melodía inmortal de Las gatitas y ratones de Porcel entraron los novios: se besaron sobre el escenario, y Dañel desplegó su abanico negro para cubrir otro beso. Se abrió el telón de terciopelo y vimos a Mario Bellatin, Pantócrator, portador de la Escrituras, seguido de una corte de princesas (Gaby Bex, Ale Ros et al.). Mario leyó su Epístola y extendió su garfio mágico portando sendos anillos para los novios. Un San Sebastián penetrado por las flechas comandaba el altar; al son de “La Pulpera de Santa Lucía”, jóvenes faunos en moñito y zungas negras coparon la pista.

Es sabido que la musa de Borges fue la Enciclopedia Britannica pero su verdadera suerte literaria fue tenerla cerca a Victoria Ocampo, que organizaba las mejores fiestas. Ningún tándem compuesto por humanos supo destronar esa dupla; con todo, no cabe duda de que el peronismo (agrupación literaria en la saga de Boedo) hizo suya en la últimas décadas la corona de autor posmoderno argentino más leído; un destino exagerado, en tanto su única aspiración artística es pertenecer al ensayismo social. Este linaje sólo podía darse terminado con la aparición de una reina. Es Dañel, de la prosa hija de Barthes (y del brazo de Freire, dibujante de luz), que sabe conducir los hados empíreos y subtérranos (su Montserrat es imprescindible para comprender el afterlife de los fantasmas de Borges) y que, a golpe de abanico, como la Pulpera, transmite el don de la vocación de la voz (¿puede haber algo más hermoso?) a cícladas de jóvenes: él, que, como Tiresias, ya fue y vino entre los cromosomas.

Wednesday

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WG

Ven conmigo, Sandii. Escuchar el zumbido de neón en la carretera Internacional de Narita. A finales de algunas polillas traza círculos stopmotion alrededor de los focos que brillan en New Rose. Y lo curioso, Sandii, es cómo a veces simplemente no parece real para mí. Fox dijo una vez que se ectoplasma, un fantasma llamado por los extremos de la economía. Espíritu del nuevo siglo, congelación de mil camas en hoteles Hyatt del mundo, Hilton del mundo.
William Gibson (New Rose Hotel)

MF

Las palabras últimas


Por fin publicados en español, los cursos que Michel Foucault dictó, pocos meses antes de su muerte, en el Collège de France entre febrero y marzo de 1984, exploran los vínculos entre la verdad y la vida



Michel Foucault, El coraje de la verdad, Traducción: Horacio Pons, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011




El coraje de la verdad es la transcripción del curso impartido por Michel Foucault en el Collège de France entre febrero y marzo de 1984. Se trata de un texto fundamental no sólo por tratarse del último curso que diera el filósofo antes de morir, sino porque en él se completa el viaje a la Antigüedad que el filósofo iniciara a principios de los años 80.

En ese recorrido, un concepto fue creciendo en importancia hasta tornarse central: la parrhesía . Las razones de ello las brinda el propio Foucault en la primera clase: "Me parece que al examinar la noción de parrhesía puede verse el entrelazamiento del análisis de los modos de veridicción, el estudio de las técnicas de gubernamentalidad y el señalamiento de las formas de práctica de sí". Precisamente la verdad, las relaciones de poder y la construcción de la subjetividad son las tres cuestiones que de modo más persistente inquietaron a Foucault.

Una primera traducción del término parrhesía podría ser: "el decir veraz" o "el hablar franco". El "parrhesiasta" es alguien que dice lo que realmente piensa -está comprometido con la verdad- y lo dice con crudeza, sin ampararse en delicadezas de estilo ni en artilugios retóricos. Le lanza la verdad a otro y se pone en riesgo al hacerlo. De ahí el título del curso: "El coraje de la verdad".

En las primeras clases, Foucault explora el hacer parrhesiástico de Sócrates, que aparece íntimamente ligado al "cuidado de sí". Es evidente que el decir socrático implicaba un riesgo: sus palabras acabaron conduciéndolo a la muerte. ¿Cuál era la verdad con la que Sócrates irritaba a sus conciudadanos? Ante todo, que no debían olvidarse de ocuparse de sí mismos. Para Sócrates, la preocupación por la verdad no puede separarse de la preocupación por la vida. Estar a salvo del error, de las opiniones vulgares, habitar en la verdad es, para Sócrates, el único modo de alcanzar una buena vida. Y ante esa vida, la muerte no tiene ningún poder. De ahí que Sócrates no tuviera temor de morir. Foucault recuerda las últimas palabras de Sócrates: "Critón, debemos un gallo a Asclepio. Paga la deuda, no lo olvides". Siguiendo un texto de Georges Dumézil, Foucault se pregunta de qué habrían sanado Sócrates y Critón como para tener que agradecerle a Asclepio, el dios de la curación. Tras un extenso análisis, llega a la conclusión de que aquello de lo que Asclepio los ha curado es de las opiniones corruptas que enferman el alma. Sócrates, aquel que muere por haber afrontado el riesgo de decir la verdad crudamente, aquel que ha abogado por una ciudad mejor, conformada por ciudadanos capaces de ocuparse de sí mismos, le agradece a Asclepio el haberlo librado de las malas opiniones.

Hacia la mitad del curso, en la quinta clase, irrumpen los filósofos cínicos. Si bien el fundador de los cínicos fue Antístenes -uno de los discípulos de Sócrates que estuvo con él en el momento de su muerte-, la figura más reconocida es Diógenes, el perro. Este apodo está ligado al nombre de la corriente ("cínico" proviene del griego "kynikós", que significa "perruno") pero también al comportamiento del propio filósofo que despreciaba las "buenas costumbres" establecidas por las convenciones. La consigna por excelencia de los cínicos era "altera el valor de la moneda": "Se trata de sustituir las formas y los hábitos que marcan de ordinario la existencia y le dan su rostro por la efigie de los principios tradicionalmente admitidos por la filosofía". Es que la vida que los hombres llevan habitualmente, la vida según las costumbres establecidas, es "moneda falsa", que debe ser acuñada nuevamente según los dictados de la naturaleza que se manifiestan en la "vida verdadera". Los cínicos no se conforman con decir la verdad; ellos viven la verdad. Su filosofía se expone en la medida en que ellos mismos se exponen. Y al exponerse operan como espejos en los cuales los demás pueden escudriñarse. Claro que estos espejos, al modo de las caricaturas, se encargan de presentar de un modo distorsionado aquello que quieren hacer evidente. Foucault habla de una paradoja cínica, consistente en una "escandalosa banalidad". Porque, por un lado, el cinismo recoge elementos que ya estaban presentes en otras corrientes, como la estoica o la epicúrea. Pero, al mismo tiempo, al presentarlos genera con ellos un escándalo que provoca efectos similares, aunque amplificados, a los del tábano socrático que se jactaba de mantener despierta a Atenas.

"El coraje cínico de la verdad -sostiene Foucault- consiste en lograr que los individuos condenen, rechacen, menosprecien, insulten la manifestación misma de lo que admiten o pretenden admitir en el plano de los principios". No se trata de proponer a los hombres que busquen refugio en otro mundo o en otra vida, sino de que sean capaces de construir una vida y un mundo diferentes.





¿UN TESTAMENTO FILOSÓFICO?



Foucault murió el 25 de junio de 1984, cuando no se habían cumplido aún tres meses de su última clase en el Collège de France. ¿Es posible considerar el curso titulado "El coraje de la verdad" un testamento filosófico? Para ello, deberían cumplirse dos condiciones. La primera, que el propio Foucault supiera o al menos intuyera que le quedaba poco tiempo de vida; la segunda, que -deliberadamente o no- hubiera incluido en el curso algún mensaje dirigido a quienes pudieran ser sus herederos intelectuales.

En relación con el primer punto, hay suficientes indicios para suponer Foucault estaba al tanto del mal que padecía. Tras el fuerte malestar que lo obliga a retrasar un mes el inicio del curso, le escribe a Maurice Pinguet: "Creí que tenía sida, pero un enérgico tratamiento volvió a ponerme en pie". También a Georges Dumézil le había comentado, telefónicamente: "Mucho me temo que he contraído el sida".

En cuanto al segundo punto, resulta tentador detectar en algunos pasajes del curso un intento de grabar en el auditorio un mensaje final. En la página http://michel-foucault-archives.org se puede acceder al audio completo del curso de 1984. Hay dos momentos que resultan impactantes. Uno corresponde al comienzo de la primera clase. Foucault dice: "He estado enfermo, realmente enfermo. Circularon rumores de que alteré las fechas para librarme de una parte de mi auditorio. No, no, estaba realmente enfermo". Lo que sorprende, al escuchar la grabación, es la estruendosa, vital risotada con la que completa Foucault este anuncio. Otro momento corresponde a la última clase. Como harto ya de luchar contra una molesta tos que ha quebrado su voz gastada, seca, durante toda la clase, cierra el curso diciendo: "Es demasiado tarde. Gracias". Lo que el audio agrega es el cerrado aplauso con el que el auditorio despidió al filósofo.






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GA

Walter Benjamin dijo una vez que la primera experiencia que el niño tiene del mundo no es que ‘los adultos son más fuertes, sino su incapacidad de hacer magia’. […] Es probable, en efecto, que la invencible tristeza en la cual se sumergen cada tanto los niños provenga precisamente de esta conciencia de no ser capaces de hacer magia. Aquello que podemos alcanzar a través de nuestros méritos y nuestras fatigas, no puede, de hecho, hacernos verdaderamente felices. Sólo la magia puede hacerlo. 
Giorgio Agamben. ‘Magia y Felicidad’. Profanaciones. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2005. 



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