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15 escritores

Los quince escritores estadounidenses más sobreestimados



Posteado el 24 Aug 2010 /


Anis Shivani .- ¿Los escritores que reciben los principales premios y reconocimientos oficiales realmente son los mejores escritores de hoy en día? ¿O están sobrevalorados y en realidad son escritores mediocres que serán poco reconocidos en la posteridad? Es difícil darles respuestas a estas preguntas en la actualidad, sin embargo, es un ejercicio que vale la pena intentar (junto con la identificación de los escritores subestimados que no han sido favorecidos por la burocracia).
Eso es difícil de saber actualmente, porque ya no tenemos esos grandes críticos que poseían una visión amplia del mundo de la literatura, críticos capaces de tomar posiciones. No hay otros Malcolm Cowleys, Edmund Wilsons, o Alfred Kazins que pueden separar el oro de la arena. Desde el comienzo de la teoría posestructuralista, los críticos humanistas han sido puestos a pacer. La Academia está gobernada por “teóricos” que consideran su trabajo superior a la literatura que ellos deconstruyen, y además, no tienen ningún interés en la literatura contemporánea. En cuanto al sistema de reseñas, no es más que el brazo propagandístico del mundo editorial, ellos ofrecen “comentarios” sin análisis, en los cuales anuncian que el emperador está vestido (de ahí mi inclusión de Michiko Kakutani en esta lista).
El ascenso de programas de escritura creativa significa que los pocos que tienen capacidad crítica tienen poco o ningún incentivo para mover ese barco -los premios y puestos de trabajo les pueden ser retirados a modo de represalia. Los programas de escritura encarnan una filosofía de castrado multiculturalismo/ compostura política; siempre y cuando los escritores se muevan bajo las reglas del juego (es decir mientras no amenacen a la historia o a la política), no hay incentivo para gritar. (Un multiculturalismo políticamente fecundo -muy conveniente en este momento de xenofobia- es la cosa más lejana de la mente de los árbitros oficiales: ese tipo de escritura podría ser considerada “peligrosa”, y nunca tendría una oportunidad en contra de las mediocridades.)
El sistema de escritura del MFA (Master in Fine Arts), con sus mecanismos de difusión de popularidad y de moda, se apoya en gran medida en el hecho de ser fácilmente imitable. Escritores empalagosos como Denis Johnson, Amy Hempel, Lydia Davis, Aimee Bender, y Charles D’Ambrosio son colocados como modelos de buena escritura, porque son bastante fáciles de copiar. Y son copiados, en decenas de miles de historias fabricadas en estos talleres. Otros escritores se esconden detrás de la cortina de humo de la inimitabilidad ilegible -Marilynne Robinson, por ejemplo-, esto para mantener una barrera necesaria entre las masas y los jefes supremos. Puesto que las subvenciones, premios y residencias están controlados por el mismo grupo consanguineo, es difícil ver cómo los matones designados pueden ser reemplazados.
En cuanto a la publicación, las empresas editoriales, los que toman las decisiones no se saben reconocer la gran literatura aunque ésta los golpeara directamente en la cara. La nueva alianza, entre los editores y el sistema de escritura de los Master (MAF), está captando un mínimo de lectores que compran esos libros mediocres, y los editores son felices con eso. Y la principal corriente del sistema de reseñas (que se está desmoronando por momentos) valida sus elecciones con elogios fatuos, contratando escritores mediocres para que les hagan propaganda (usando las reseñas, por supuesto, y las páginas de críticas).
Si no entendemos lo que significa la mala escritura, no podemos entender la buena escritura. Lo que está mal escrito se caracteriza por la ofuscación, el exhibicionismo, el narcisismo, la falta de una base moral, y el poner el estilo sobre la sustancia. La buena escritura es exactamente lo contrario. La mala escritura llama la atención hacia el escritor mismo. Estos escritores han traicionado el legado de la modernidad, por no hablar de la posmodernidad. Ellos se sienten incómodos con la mortalidad. Sobre los grandes temas de la actualidad se mantienen silenciosos (especialmente cuando parecen ser los protagonistas de dichos temas, como William T. Vollmann). Desean ser políticamente irrelevantes, y lo han conseguido. Son los ilegibles Tarkingtons, Joseph Hergesheimers, y John Herseys de nuestros tiempos, manteniendo la seriedad en la retaguardia.
Varios de ellos han ganado el Premio Pulitzer en los últimos doce años. Consideremos, sin embargo, los primeros doce premios Pulitzer de Novela adjudicados entre 1918 y 1930: Ernest Poole, His Family; Booth Tarkington, The Magnificent Ambersons; Edith Wharton, The Age of Innocence; Tarkington Booth, Alice Adams; Willa Cather, One of Ours; Margaret Wilson, The Able McLaughlin; Edna Ferber, So big; Sinclair Lewis, Arrowsmith; Bromfield Louis, Early Autumn; Thornton Wilder, The Bridge of San Luis Rey; Julia Peterkin, Scarlet Sister May; Oliver La Farge, Laughing Boy. Sólo Arrowsmith y The Age of Innocence pertenecen a ese lugar; Cather consiguió el premio por una de sus novelas menores.
Algunos otros libros publicados en el mismo período no fueron considerados dignos del Pulitzer: Sherwood Anderson, Winesburg, Ohio; Willa Cather, My Antonia; John Dos Passos, The 42nd Parallel; William Faulkner, Mientras agonizo, Luz de agosto , El sonido y la furia; F. Scott Fitzgerald, El gran Gatsby; Ernest Hemingway, The Sun Also Rises, Adiós a las armas; Sinclair Lewis, Main Street; y Henry Miller, Trópico de Cáncer.
Podemos descartar los primeros ganadores del Pulitzer, alegando que probablemente un puñado de viejos hombres blancos decidieron en aquel entonces. Pero la gente que decide hoy en día está motivada por similares (e incluso intensificadas) ideas institucionales. Los premios no son un sustituto para el juicio crítico. Tampoco es cierto que la posteridad puede separar lo bueno de lo malo. En la década de 1920, los críticos perspicaces eran conscientes de la diferencia. Los lectores saben cuando un libro anunciado no les satisface. Ellos saben que algo está faltando. Pero hay un aparato institucional diciéndoles: Eres un tonto si no eres capaz de apreciar este libro.


El escritor Anis Shivani
Bueno, yo soy el tonto más grande de todos, y aquí está mi lista, y esperen a leer mi lista de los escritores norteamericanos más subestimado de hoy, seguida de listas similares sobre los escritores estadounidenses del siglo pasado, y los más sobrevalorados y subestimados escritores mundiales .

1.- William T. Vollmann (Prostitutas y Pornografia)
Es un Pynchon de tercera categoría desesperado por impresionar con la cantidad más que con la calidad. Los críticos han sido engañados por el volumen: 20 libros escritos antes de los 50 años, incluido Rising up and Rising Down, 3.300 páginas; Europe Central, 811 páginas; The Royal Family, 780 páginas; Imperial, 1.344 páginas. Un molino de disertación, no tiene la intención de ser leído, sino admirado, motivado por la misma verborrea incesante que tienen David Kirby y Albert Goldbarth en la poesía. Una consistente cepa de sadomasoquismo misógino pasado por alto por los impresionados críticos. Cazar prostitutas (sobre todo las prostitutas del Sudeste Asiático) ha sido su preocupación tanto en la vida y como en la escritura. Llenó el vacío dejado por largos silencios de Pynchon, decidido a sacarlo completamente del panorama literario en un año. Encapsula la vacuidad ética de la ficción estadounidense tras el colapso del posmodernismo en la década de los setenta. Cualquier significado moral está enterrado en compendios de frases poco digeribles y sin gracia. Sus pocas piezas legibles son editadas hasta el cansancio por las revistas convencionales (por ejemplo, su artículo sobre los talibanes ha sido editado cuarenta veces por la revista The New Yorker). Intencionalmente mata la narración con la digresión, para demostrar su superioridad sobre otros escritores. Sus libros de viajes siguen las convenciones orientalistas -una tímida rebeldía- a pesar de la radical imagen que da de sí mismo. El mito Vollman premio Nobel ha sido asiduamente cultivado – ¡por él mismo! Entre las notas a su pobre editor de la Viking, Paul Slovak, cuando le aconsejaron que redujera las páginas de sus libros, él respondió: “De hecho, creo que tengo una oportunidad de ganar el Premio Nobel”; “Casi nunca puedo leer el producto final”; “Yo creo que este libro es digno de estar a la sombra de Gibbon “; “Debe ser clasificado en el canon de los grandes libros “.

2.- Amy Tan (Madres e Hijas y Ropa Sucia)
Ha retratato las minorias arruinadas/ ficción étnica usando una fórmula hecha para el éxito,   en la que se habla de los secretos de una familia envuelta en la saga multigeneracional – escritores del este y sur asiático han estado haciendo esto por poco más de 20 años. Tiene la misma relación con John Okada o Carlos Bulosan en la literatura asiática-americana como JK Rowling tiene con Jonathan Swift,  si hablamos de escritos especulativos. Tan ayudó a desviar las energías de oposición en la escritura de origen asiático mediante la promoción de convenientes mitos multiculturales. Su fácil plantilla multicultural ha tenido vastas implicaciones para la entera industria cultural. Las aplanadas políticas e historias han privado de angustia la representación que ella hace de la asimilación de las minorías. Fortalecida por otros escritores inmigrantes, ha convertido en montañas esos granos de arena que son sus pequeños ajustes de cuentas. Un bálsamo perfecto y suave para Jesse Helms y sus compañeros conservadores, que al comienzo de los noventa estaban preocupados porque surgiera, burbujeante en las artes y la literatura, una oposición genuina. Después de haber sido descubierta en la conferencia de escritores de Squaw Valley, la agente literaria Sandra Djikstra la empaquetó como el nuevo rostro de la escritura de las minorías. Ella que usualmente escribía manuales técnicos para las empresas -la influencia de esto puede ser visto en su ineptitud al crear tramas lineales, tan gráficas como las presentaciones de PowerPoint. Pretenden ser el mito del dolor de los inmigrantes, orquestados a través de los grandes narradores, que se mueven entre Estados Unidos y la tierra de origen. Tiene la aspiración de ser Nabokov, pero en realidad escribe de tal manera que permite a los lectores engañarse a sí mismos, pensando que saben algo sobre la cultura asiática.

3.- John Ashbery (Autorretrato en un espejo roto)
Más que cualquier otra persona, Ashbery es responsable de convertir la poesía estadounidense, de finales del siglo XX, en un asunto privado, hermético, encerrado en sí mismo. Muestra una inmadura lujuria para codificar la alienación posmoderna y en esa forma encarna el supuesto caos mental. A pesar de que de alguna manera ha adquirido una reputación de visionario (especialmente entre los británicos, que piensan que es el más grande poeta de América), el libro Dream Songs de John Berryman es infinitamente más cercano a lo que Ashbery quiere alcanzar. El es otro filósofo aficionado, como Jorie Graham, otro monaguillo que ha interpretado, según sus personales ideas,  la lógica de Wittgenstein. Rehuye todo con ironía posmoderna, excéntrico al punto de perder todo el sentido y significado. Ahora no tenemos ninguna definición que funcione para explicar la ironía – ¡gracias, John Ashbery! Ha mezclado bajos y altos niveles de lenguaje, alta y baja cultura, todos los artefactos y textos disponibles de la posmodernidad, desde la jerga de los medios de comunicación a los libros de cómic, para recrear una realidad ordenada sólo por el lenguaje mismo. Si el lenguaje = realidad (sus primos críticones, los poetas del lenguaje, lo piensan así, al igual que él), la política se vacía de contenidos, y cualquier usurpador puede surgir, hecho que está ocurriendo. Ha sido un manierista usando sus propias maneras obsoletas, al menos desde que publicó Self-Portrait in a Convex Mirror (Autorretrato en un espejo convexo). Entre los escritores que figuran en esta lista, él es tan malo que ha sido una parodia de sí mismo durante mucho tiempo.

4.- Mary Oliver (Puercoespines, sapos, zarigüeyas y tortugas)
Es la poeta más vendida de Estados Unidos junto a Billy Collins, y eso dice todo lo que se necesita saber acerca de cómo el público percibe la literatura norteamericana. Una “poeta de la naturaleza” cuyos poemas parecen, todos, seguir el mismo patrón: el tiempo, los animales, el escenario, la observación, la epifanía. Por ejemplo, las 5 am, zarigüeya, patio, roto, corrió. O 3 p.m., el gatito, el campo, lo real, la paz. Sólo tiene que alterar mecánicamente las variables, para obtener el mismo efecto deseado. Está unida a otros escritores de esta lista por su espectacularidad, pues  ha llamado la atención sobre sus propias habilidades, y se pone en el centro de las epifanías y de la bondad moral. Oliver publica un libro al año con contenidos intercambiables –  es una verdadera maravilla ver como ella ha puesto el freno en su propia evolución. Los poemas carecen de imágenes sorprendentes, ideas, o forma. Los animales y entornos naturales se describen en los más vagos términos. Ha sido inscrita desde hace mucho tiempo en la escuela Dale Carnegie, para ganar amigos y gente de influencia. Está tan lejana de Emerson como lo está Stephen King de Melville. Aquí se está comunicando con los grillos de la nieve: “Miré hacia abajo / en el teatro de sus caras perfectas – / en aquel resplandor helado, sin fondo”. La comunicación con el cangrejo ermitaño: “Una vez miré en el interior / la oscuridad / de una concha plegada como un pastel, / y allí estaba un rostro de lujo”. Su optimismo, como el de Billy Collins, es una bofetada a la cara de la historia. Una y otra vez, ella felizmente se pregunta: “Dime, ¿qué es lo que planeas hacer / con tu salvaje y preciosa vida?”. Uno sospecha que ella sabe la respuesta.

5.- Helen Vendler (Aspectos técnicos y Arquitectura)
La crítico más banal de Estados Unidos. Un ejemplo de la que Nueva Crítica ha entrado en un callejón sin salida, después de ser atacada por el postestructuralismo. Los fundadores de la Nueva Crítica tenían imaginación, mientras que el “análisis” de Vendler de la forma y la estructura son realizados con cero sentimiento poético. La deconstrucción ha eliminado la crítica humanista, y a los críticos académicos ya no les importa juzgar la literatura contemporánea, dejando el campo libre a una mediocridad como Vendler que asciende a la cima. Nunca ha pronunciado una visión original sobre los grandes poetas que ha estudiado. No se pueden comparar sus sandeces sobre Yeats (las cuales ha entregado en forma de charlas y conferencias:  las Conferencias de Parnell, las Conferencias del Oberlin College, y las Conferencias Yeats), pues ella sólo se acerca a los “poemas de verso”, con los pensamientos de los críticos genuinos como Louis MacNeice y Denis Donoghue – MacNeice dice sobre la crítica a la poesía: “La forma no lo es todo”. En su libro Poets Thinking (las Conferencias Clark), ella quiere saber cómo piensan los poetas, y concluye: “La relación entre la poesía y el pensamiento es una relación  incómoda”. En In Coming of Age as a Poet, que trata de la búsqueda de estilo de Milton, Keats, Eliot y Plath, ella encuentra que “para el joven escritor, la búsqueda de un estilo es indeciblemente urgente”. En Invisible Listeners (Oyentes Invisibles), acerca de por qué los poetas como Herbert, Whitman, Ashbery han creado una audiencia íntima, ella concluye: “La creación de este tipo de intimidad que tiene su origen en una soledad fundamental, obliga al autor a evocar un oyente que no está disponible en la vida real”. Un digno sucesor, Adam Kirsch -quien también es incapaz de reunir cualquier sentimiento poético genuino- ya está en la escena.

6.- Antonya Nelson (alcohólicos, abusadores, adictos y adúlteros)
Taller de escritura, disfuncionalidad es tu nombre, y no hay mejor escritor para aprender sobre la disfunción familiar que Nelson. Sus obras vienen de una lista de disfunciones – adicción, robo, angustia adolescente, divorcio, parejas poco comunicativas – con las cuales presenta una imagen unidimensional de la América bajo un agonizante apocalipsis privado. Tiene mucho cuidado de no permitir, nunca, que el contexto político o histórico perturbe sus epifanías de menor importancia (son tan pequeñas y oblicuas que hay que buscarlas con un microscopio). Es una líder de los MFA, una luminaria de la hogaza de pan, una constante conferencista (nombralo, pues ella está allí, enseñando), ella ha engendrado todo un panteón de cuentistas “realistas” obsesionados con la disfunción: Maile Meloy, Jean Thompson, y más reciente, el más absurdamente elogiado Wells Tower. Sofoca su escritura con las metáforas de fantasía -si puede meter dos o tres símiles en una sola frase de seguro lo hará. Ha diseñado un peculiar estilo sin fondo, en los que evoca secuencias de las comedias televisivas, donde la narración se mueve por la acumulación de insultos e incomprensión. Anteriormente he mencionado a la copia en pañales de Vendler, Adam Kirsch, quien ha escrito: “Nelson nunca irrita contra las limitaciones de su forma elegida, la historia realista, bien hecha. Es el medio ideal para un escritor que no tiene miedo de recordarnos lo familiar, que valora la visión interna más que la epifanía. Tampoco Nelson está particularmente interesada en la forma en que el mundo alarga nuestras vidas privadas “. Traducción, ella es una sorda artesana que nunca ha puesto en duda el realismo, y no tiene ninguna pista acerca de lo que es la historia o la política.

7.- Sharon Olds (tampones y lactancia)
Estilísticamente invariables desde 1980, escribe sobre el cuerpo femenino de una manera determinista, chaministica, medieval. Su especialidad es la infantilización empacada como pseudo confesión. Su sangrienta imaginación en cada una de las etapas de la agonía y muerte de su padre a causa del cáncer en The Father, da a los exhibicionistas de Jerry Springer lo que deseaban por su dinero (por cierto, todo era imaginado). Su poesía define el feminismo como un concepto encerrado en sí mismo, masticando su propio cadáver caliente y mojado, un cadáver que está expuesto al aire libre desde los setentas. Las poetas en los talleres de todo el país la idolatran, colaboran en el masoquismo, porque dicen que ella las ha liberado, les ha permitido hablar sobre los temas tabú, ella les ha dado el “poder”. Le gusta acumularse en forma gratuita, claro está después de que ha aclarado  cuáles son los procesos orgánicos de su cuerpo que la molestan.  Su técnica poética preferida son los encabalgamientos perjudiciales- por ejemplo, concluye poemas con las preposiciones – para añadir un contenido exhibicionista a los poemas. El parto, el pene de su padre, la polla de su hijo, y la vagina de su hija son obsesiones que se repiten y con las que ella puede contar siempre que se encuentre en un apuro. Le ha dado al confesionalismo una reputación tan mala que no puede recuperarse.

8.- Jorie Graham (El sueño del campo unificado)
La profesora de Retórica de Harvard se imagina a sí misma como una gran filósofa, heredera de Wittgenstein. Le habría evitado a la poesía mundial un montón de miserias si ella hubiera sido capaz de conseguir un trabajo como deconstruccionista en el departamento de literatura – su verdadera habilidad. Comenzó con modestia, pero cada vez tiene mayor reconocimiento oficial; y a causa de esto sus abstracciones, su pseudo-filosofía, su ego personal, y sus largas oraciones sin foco, la han llevado a perder completamente el control. Le da a las revistas, y a los diseñadores de libros, grandes dolores de cabeza con sus auto-indulgentes y desquiciadas líneas – a veces ellos diagraman los poemas a los lados de las páginas para poder acomodarla. Después de Ashbery, ella es una de los poetas que más ha contribuido a reducir lo público a la esfera privada. Con sus últimos libros, esta filósofo del lenguaje ha tratado de convertirse en más y más ilegible. Su mayor promotor ha sido su colega de Harvard,  Helen Vendler – ¿quién más?.  Al igual que Ashbery, sus acólitos justifican sus indulgencias diciendo que es todo causado por la precisión de representar el caos de la mente posmoderna. Si quieren leer un libro muy divertido de crítica, deben echar un vistazo al libro de Thomas Gardner titulado Jorie Graham, una colección de ensayos escritos por fanáticos que alaban a Graham por haber vuelto a descubrir la “consciencia” en sí misma – ¿de qué otra manera se pueden justificar sus abstracciones impenetrables? Al parecer, ella no necesita las imágenes, o cualquiera otra parafernalia de la poesía tradicional – ¡es una nueva conciencia que evoluciona ante nuestros ojos!

9.- Jonathan Safran Foer (Savants idiotas y suaves Idiotas)
Cada uno de los escritores mencionados tienen un truco, pero de truco en truco, allí es donde sobresale Foer. Siempre dispuesto y rápido a saltar en el tren del momento, de la actualidad. Debutó con el multiculturalismo inocuo, con la perennemente aburrida Everything is Illuminated ( Todo está iluminado), con lindos y adorables extranjeros y con una generación de holgazanes que andaban en busca de la amabilidad; nunca antes había sido escrita una tan pretenciosa novela usando el”realismo mágico”. Agarró el tren del 11 de septiembre con el libro Extremely Loud and Incredibly Close, dándonos un niño de nueve años con el cerebro de un hombre de veintiocho años llamado Jonathan Safran Foer. Después de haber sacado lo que podía del 11/9, y sin poder saquear otra obvia mina de oro en la ficción literaria, se trasladó a la literatura de no ficción con Eating Animals, aferrándose a los faldones de J.M. Coetzee. Este es su mejor libro, el único apenas legible, pero sin ningún pensamiento original. La paternidad le impulsó a dejar de comer animales (aunque hubiera sido mejor si no consumiera papel, que seguramente hubiera sido usado para cosas más útiles), así como la paternidad inminente llevó al memorialista Nick Flynn ha observar recientemente a Abu Ghraib, en el libro The Ticking is the bomb (¡para todos aquellos que no contemplan la paternidad, nunca van a encontrar, como en este libro, una propuesta tan convincente en la literatura de la no ficción!). Si no hubiera sido porque el mundo editorial estaba desesperado en ungir a jóvenes estrellas negociables, Foer aún estaría excavando ideas en las cajas de Joseph Cornell.

10.- Jhumpa Lahiri (Nacionalidades y meritocracias)
Absolutamente no quiere (aunque probablemente tiene la capacidad, ya que ella es la única escritora, de esta lista, que se puede leer) escribir sobre algo que no sea las historias de los privilegiados inmigrantres bengalíes con doctorados que viven en el centro de Cambridge y de la plaza Inman, que fácilmente se adaptan a la pirámide meritocrática de Estados Unidos. Ella está decidida a rechazar cualquier influencia estilística, con la excepción de Alice Munro y Mavis Gallant. Se ha metido en un nicho muy rentable y nunca va a aventurarse a ir más allá de ese territorio. No es una buena señal cuando la película basada en la novela de un escritor (The Namesake, El buen nombre) es mejor que el libro (no hay ningún personaje en The Namesake que genera tanta simpatía como Irfan Khan o Kal Penn en la película). El círculo entero del inmigrantes, dentro el cual se mueve el protagonista, se traslada del MIT a Harvard, ¡pero él está traumatizado por el hecho de que su apodo lo convierta en un extraño, un marginal! Invariablemente mantiene la personalidad tímida de un escritor modesto a quien todo le ocurre a causa de la suerte, -si uno se pone a pensar en Lahiri, puede ser que esto sea cierto, y lo más cercano a la verdad. Ella demuestra que existe una categoria llamada ficción de Nueva York, incluso hoy en día – Acabo de leer uno de sus más recientes cuentos sobre los inmigrantes bengalíes doctorados del Central Square que viven sin esfuerzo según sus tradiciones. Posee el talento para ser mucho más aventurera, en cuanto a tema y estilo – pero la precaución, sin remordimientos, la detiene.
11.- Junot Diaz (Abuelos e Hijas)
No se ha dado cuenta que existe una delgada línea entre la presentación del lado oscuro de la realidad y su glorificación. Los dominicanos en sus libros están obsesionados con el sexo – es así como este nerd trata desesperadamente de establecer su credibilidad de calle/ghetto. Coronado el príncipe de la ficción Dominicana con Drown, nos hizo esperar once años por una novela aún peor, The Brief Wondrous Life of Oscar Wao ( La breve y maravillosa vida de Óscar Wao). Sustituye a la trama en las historias y en la novela con la “voz”, elemento resonante, ruidoso. Oscar, el nerd de ciencia ficción, trata de perder su virginidad – que es básicamente toda la historia. Su hermana Lola piensa en nada más que follar, su madre sólo quiere follar, y cuando Oscar intenta “tirarse” a una mujer mayor en Santo Domingo, es asesinado – porque la agonía de la novela tiene que terminar de alguna manera. Su maníaca voz describe todo con la energía misma de la imitación, con el mismo volumen (destroza oídos) del ghetto, como si no hubiera ninguna diferencia entre el asesinato y el vómito. Parece que trabajase con una lista, cada vez que diseña sus tramas – el dictador Trujillo, los barrios, las drogas, los secretos de la familia, el abuelo en la cárcel, sí, todo es una lista y todo ha sido marcado. No tiene ninguna pista sobre el ritmo del lenguaje, sólo son cadenas de oraciones que une hasta que tiene el suficiente número para un libro. Un día, a lo mejor, dejará de escribir sobre los nerds que andan “cazando” coños y comienze a escribir en un lenguaje superior al de sus protagonistas infantiles, pero podrían pasar otros once años más – por lo menos. Recientemente ha sido nombrado miembro del consejo del Premio Pulitzer.

12.- Louise Gluck (Odisea y ostracismo)
Ella es quizá nuestro mayor ejemplo de mediocridad ascendente (en la actualidad obtuvo el premio Yale Series of Younger Poets – ¡oh, cuán bajo hemos caído desde Auden!). Al igual que Sharon Olds, su poesía es un reflejo exacto de la caída abismal del feminismo americano, desde su encarnación radical en los años setenta. Su primer libro, Firstborn, era un feto de la Plath, y sólo empeoró – aunque tomó 17 años entre cada libro para averiguar en que dirección debía ir, pasó del confesionalismo enojado de la Plath a la domesticidad pura. Se toma a sí misma tan en serio que sus tribulaciones cotidianas son el principal sujeto de su propia mitología (ella misma = Penélope). Ella carece totalmente de sentido del humor – una característica común en todas las mediocridades incluidas en esta lista. Los adultos están permanentemente afligidos (en el mundo de la Escritura Creativa, la pena es la emoción primaria fundamental) – esta obsesión siempre viene acompañada con la paradoja de la trivialización de la muerte (otra característica común a los escritores de mi lista). Al igual que Olds, dueña de la pequeña burbuja a punto de estallar, ella tiene una epifanía fácilmente obtenida, la cual adjunta al final del poema. Su monotonía de tono (sus enamorados críticos lo ven erróneamente como ecuanimidad) sugiere una parálisis después de la muerte emocional . En Meadowlands, con toda seriedad, ella hace que su familia encaje en el mito de Ulises. Su último libro, The Village, es quizás su peor obra, con un pueblo que sólo su falta de humor severo podría crear. Nadie más que ella es capaz de ofrecer, con tanta facilidad, “palabras de sabiduría” – con la posible excepción de Oprah.

13.- Michael Cunningham (Pasteles and Cerveza)
Otro hombre lleno de trucos, otro numerito de vendedor ambulante. En The Hours, que él tomó prestado Mrs. Dalloway de Virginia Woolf, no para hacerla resonar como un mito moderno, como los modernistas Eliot y Pound solían hacer, sino para reducir la gran novela de Woolf a banales preocupaciones contemporáneas. Usó Mrs. Dalloway como una moderna pelota de fútbol con la cual poder jugar, y la lanzó lejos, sin tener idea de quién podría ser el receptor. Ostentoso sobre la muerte, The hours (Las Horas) es analíticamente pegajoso sobre el tema, e igualmente  frío e indiferente, como nunca lo fue Woolf en sus grandes descripciones del suicidio de Septimus en Mrs. Dalloway. Esto es la prueba de que para tener éxito como escritor de ficción hoy en día, todo lo que tienes que hacer es crear un conjunto de pastichos fáciles. No tiene el coraje de ser honesto sobre la soledad de la mujer, y su respuesta es una pila de insultos a la pobre señora Woolf. Tampoco tiene el coraje para enfrentar las paradojas de la vida imitando al arte, o del arte imitando la vida, pero irresponsablemente deja todo ahí. Podría haber tomado una o dos lecciones del dramaturgo británico Caryl Churchill, escritor de Top Girls, acerca de la infelicidad de las mujeres que se conecta a través de los siglos. Su punto de vista mental es resumido de manera excelente por uno de los personajes de The Hours, que dice: “Hicimos lo mejor que pudimos, querida. Eso es todo lo que cualquiera puede hacer, ¿o no?”. Otro devoto del mensaje antihumanista, que viene empaquetado como la renuncia a la realidad – en otros tiempos, esa actitud se llamaba fatalismo.

14.- Billy Collins (Ángeles en alfileres y Paseo al otro lado del Atlántico)
Bufón de la Corte Real de los poetas afligidos de Estados Unidos. Fue el pionero en convertir al poeta en un comediante, concepto que muchos otros poetas han tomado con naturalidad, como si fueran patos entrando en el agua. Es el poeta más vendido de Estados Unidos (tiene sentido, ¿no?), junto con Mary Oliver – el payaso y la “amante de la naturaleza “, llevándonos de la mano hacia el olvido. Parte de su cuidadosamente cultivado personaje es no tomarse a sí mismo demasiado en serio (Louise Gluck, toma nota, si quieres vender más libros), y es por ello que él mismo dice que no es un “gran poeta”. Ha perfeccionado, en más de veinte años, una poesía que es como una marca de caramelos – tomar unas pocas variables sobre algunos hechos conocidos, alterar uno de ellos, para ver a dónde te lleva. Es un pony de un sólo truco que actúa en cada poema como si estuviera descubriendo el truco por primera vez. Las preguntas típicas que plantea: ¿Cómo sería la sensación de caminar a través del Atlántico? ¿Si los miembros de una clase de escritura creativa se transformarán en ciudadanos de una ciudad X, qué papel tendrían que representar?.  Collins encarna una nueva forma de antihumanismo, como todos los escritores en esta lista. Su máscara de humildad, de la que nunca se deshace, es la forma en que se luce con su poesía – y fuera de ella. Imaginemos que él es un contenedor del asombro infantil, pero en realidad es un ejemplo de la incomprensión infantil. Al igual que los otros, la evasiva negación de la muerte es omnipresente. Sus poemas últimamente hablan, en su mayoría, de escribir poemas – en pijama, con una taza de café en la mano. Está ocupado haciendo nada – él es el Seinfeld de la poesía estadounidense – mientras tú pensabas que la poesía era toda oscura y derrotista y negativa.

15.- Michiko Kakutani (Chejoviano y Forsteriano)
No es una escritora, ni mucho menos, esto sería demasiado aun para mi imaginación novelesca, pero la incluyo aquí por ser la jefe facilitadora que ha permitido la entrada al mundo de la literatura a todos los mediocres anteriores. Es, simplemente, la peor crítico de libros sobre el planeta. Posee un único criterio para juzgar la ficción – ¿encaja en su noción de la novela realista del mediados del siglo XX?. Para ella no existen experimentos posmoderno, nada de radical que no se ajuste a su ingenuo molde realista. Si a ella le gusta un libro, evítelo como el infierno ( obligatoriamente es banal). Si a ella no le gusta, decidase a comprarlo. Si ella realmente lo odia, corra a la librería y consígalo, !ahora mismo! Todo buen libro, según ella, es Chejoviano o Jamesiano o Forsteriano o Updikeano – ha dominado la técnica de no decir nada en una reseña, usando la comparación con los libros anteriores del autor o con las obras de los clásicos, aunque no tengan nada que ver con el libro que tiene entre las  manos. Juzga los libros como si el canon modernista y posmodernista nunca hubiera existido. Ella es una de los más grandes proveedores, del mundo, del filisteísmo sin sentido – es justicia divina que ella sea la jefe del departamento de críticos de libros del New York Times. Una muestra de sus sentencias : “Lo increíble es que el Sr. [Denis] Johnson [en Tree of Smoke] de alguna manera se las arregle para tener estos elementos derivados y los convierten en algo muy original – y potente”. “Un sentido chejoviano de pérdida golpea a través de estas nuevas historias: un agradecimiento a la señora Lahiri por las olas del tiempo y la mortalidad y también su comprensión por la falta de enlaces que acosan a sus maridos y esposas, padres e hijos, amantes y amigos”. ¡Yo te ilumino, Michiko, lapidariamente!
Fuente:The Huffington Post


Traducción: Victoria Pulido Simme


Visto en La Maja Descalza

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