Friday
I
La forma en que las nuevas tecnologías pueden y deben cambiar nuestra concepción de la literatura es el tema del ensayo de Vicente Luis Mora.
En Diario de lecturas se puede ver el índice de la obra y los temas que trata en ella.
Como soy citado (demasiado) elogiosamente en el texto no me atrevo a ir más allá de mencionar que se trata de un exhaustivo análisis de las posibilidades de nuestra realidad literaria, ya que se centra principalmente en la escrita en español, por una parte y de la globalización en la nueva Pangea de la información como base creativa ilimitada.
El lectoespectador es un texto que invita a reflexionar y, posiblemente, a acentuar la división entre aquellos escritores que permanecen alejados de la Red y los que prácticamente viven inmersos en ella. Y eso no hace más que plantearme una serie de dudas. Y como el propósito de El lectoespectador es avivar el debate sobre nuestra narrativa, me lanzo a una reflexión subjetiva.
En primer lugar creo que se le está dando excesiva importancia al medio y olvidamos que lo principal es la calidad de los textos. La inmediatez de la Red no debe implicar también, como menciona Mora, la desaparición del proceso de selección y edición, importantísimo en el resultado final de la obra narrativa. Sin edición, depuración y corrección nos abocamos a leer textos en estado bruto, lo cual no siempre es recomendable. Pero no es solamente eso, aunque está relacionado, lo que más me preocupa.
Se trata sencillamente a que tengo la impresión de que estamos dando demasiada importancia a nuestro medio. Si hace unos años decían como crítica que la poesía era un género endogámico, de poetas para poetas mayoritariamente, la narrativa y la crítica en la Red española me temo que sigue los mismos derroteros. Al final se está creando una especie de red social a través de las redes sociales pobladas por narradores que publican en español con una intrincada relación de intereses entre ellos que acaba contradiciendo el impulso inicial de liberarse de los medios tradicionales anquilosados en sus tramas de intereses económicos. ¿Se puede ser ecuánime? Es discutible. Pero no es ese el tema que me preocupa, aunque me afecta personalmente. Lo preocupante es si no nos estaremos convirtiendo, también, en una especie de entorno endogámico y si no le estaremos dando demasiada importancia a todo cuanto decimos los que pertenecemos a este entorno sobre los que pertenecen a este entorno.
Por ejemplo una reseña elogiosa por mi parte de El lectoespectador, por lo comentado anteriormente, sería sospechosa.
Se podría concluir que lo mejor en estas condiciones es mantener silencio.
Lo verdaderamente importante en narrativa es el texto. Las posibilidades formales y estructurales que nos proporcionan las nuevas tecnologías son muy interesantes e inspiradoras de nuevos ámbitos en los que desarrollar esos textos. Pero el hecho de usar esas tecnologías no implica que el texto “ascienda” a una división superior. Tampoco usar unos mismos medios para difundir nuestras opiniones y textos, y también, por qué no, para publicitarnos, que mucho de eso hay incluso en los más furibundos blogs de sarcásticas reseñas, no nos hace necesariamente compartir intereses narrativos.
Creo que lo que desarrolla Vicente Luis Mora en El Lectoespectador es una visión de futuro prometedora e interesante. Nos anima a seguir las múltiples vías y posibilidades que nos ofrecen los medios digitales y la necesidad que tenemos todos de explorarlas intensa y extensamente, descubriendo en esa búsqueda las probables nuevas formas de la narrativa futura.
No estoy tan de acuerdo cuando se centra en la narrativa contemporánea en español que, ya digo, tiene en común el uso de un medio más que su investigación. Pero esa no es la parte más importante del ensayo de Mora.
Esta reflexión no debe interpretarse como una crítica negativa a El Lectoespectador. Trata más bien sobre la relativa importancia de la Red y de cuanto escribimos en ella, y de la necesaria reflexión sobre la (posible) trascendencia de todo ello.
Al final, lo único importante, lo único que perdurará, son los (buenos) textos.
Nuestras emociones y reacciones ante ellos no son más que impresiones subjetivas que atesoramos (o repudiamos)
En Diario de lecturas se puede ver el índice de la obra y los temas que trata en ella.
Como soy citado (demasiado) elogiosamente en el texto no me atrevo a ir más allá de mencionar que se trata de un exhaustivo análisis de las posibilidades de nuestra realidad literaria, ya que se centra principalmente en la escrita en español, por una parte y de la globalización en la nueva Pangea de la información como base creativa ilimitada.
El lectoespectador es un texto que invita a reflexionar y, posiblemente, a acentuar la división entre aquellos escritores que permanecen alejados de la Red y los que prácticamente viven inmersos en ella. Y eso no hace más que plantearme una serie de dudas. Y como el propósito de El lectoespectador es avivar el debate sobre nuestra narrativa, me lanzo a una reflexión subjetiva.
En primer lugar creo que se le está dando excesiva importancia al medio y olvidamos que lo principal es la calidad de los textos. La inmediatez de la Red no debe implicar también, como menciona Mora, la desaparición del proceso de selección y edición, importantísimo en el resultado final de la obra narrativa. Sin edición, depuración y corrección nos abocamos a leer textos en estado bruto, lo cual no siempre es recomendable. Pero no es solamente eso, aunque está relacionado, lo que más me preocupa.
Se trata sencillamente a que tengo la impresión de que estamos dando demasiada importancia a nuestro medio. Si hace unos años decían como crítica que la poesía era un género endogámico, de poetas para poetas mayoritariamente, la narrativa y la crítica en la Red española me temo que sigue los mismos derroteros. Al final se está creando una especie de red social a través de las redes sociales pobladas por narradores que publican en español con una intrincada relación de intereses entre ellos que acaba contradiciendo el impulso inicial de liberarse de los medios tradicionales anquilosados en sus tramas de intereses económicos. ¿Se puede ser ecuánime? Es discutible. Pero no es ese el tema que me preocupa, aunque me afecta personalmente. Lo preocupante es si no nos estaremos convirtiendo, también, en una especie de entorno endogámico y si no le estaremos dando demasiada importancia a todo cuanto decimos los que pertenecemos a este entorno sobre los que pertenecen a este entorno.
Por ejemplo una reseña elogiosa por mi parte de El lectoespectador, por lo comentado anteriormente, sería sospechosa.
Se podría concluir que lo mejor en estas condiciones es mantener silencio.
Lo verdaderamente importante en narrativa es el texto. Las posibilidades formales y estructurales que nos proporcionan las nuevas tecnologías son muy interesantes e inspiradoras de nuevos ámbitos en los que desarrollar esos textos. Pero el hecho de usar esas tecnologías no implica que el texto “ascienda” a una división superior. Tampoco usar unos mismos medios para difundir nuestras opiniones y textos, y también, por qué no, para publicitarnos, que mucho de eso hay incluso en los más furibundos blogs de sarcásticas reseñas, no nos hace necesariamente compartir intereses narrativos.
Creo que lo que desarrolla Vicente Luis Mora en El Lectoespectador es una visión de futuro prometedora e interesante. Nos anima a seguir las múltiples vías y posibilidades que nos ofrecen los medios digitales y la necesidad que tenemos todos de explorarlas intensa y extensamente, descubriendo en esa búsqueda las probables nuevas formas de la narrativa futura.
No estoy tan de acuerdo cuando se centra en la narrativa contemporánea en español que, ya digo, tiene en común el uso de un medio más que su investigación. Pero esa no es la parte más importante del ensayo de Mora.
Esta reflexión no debe interpretarse como una crítica negativa a El Lectoespectador. Trata más bien sobre la relativa importancia de la Red y de cuanto escribimos en ella, y de la necesaria reflexión sobre la (posible) trascendencia de todo ello.
Al final, lo único importante, lo único que perdurará, son los (buenos) textos.
Nuestras emociones y reacciones ante ellos no son más que impresiones subjetivas que atesoramos (o repudiamos)
Visto en El lamento de Portnoy
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