Saturday

DE

Monday, July 27, 2009
Salmo / alef y bet
א Alef
Lo primero que pensé de Noah cuando lo conocí es que parecía un proxeneta. El rostro puntiagudo, el cabello ya gris, a sus treinta y cinco años, y una camisa combinada, negra, con el frente blanco, muy californiana. Parecía una persona cómoda con lo que traía puesto. Un sombrero de esos que yo sólo había visto en la película Swingers. Unos ojos grandes y oscuros, levantiscos; ojos tristes de dibujo animado, coronados por unas pestañas largas. Hablaba español muy bien, con acento chileno. Fuimos a un restaurante de comida india donde una banda de indios tocaba clásicos de jazz, bebop principalmente. Era una mesa larga en la que Julieta nos reunió a varios amigos para conocer a Noah, entre ellos Nina y yo. Reconozco que las cosas no empezaron bien de mi parte por una especie de sentimiento tribal. Julieta era una de las mujeres de la tribu; Noah un extranjero circuncidado. Supongo que también me gustaba Julieta, pero entonces yo no podía saberlo con certeza, en parte porque estaba casado con una de sus amigas, en parte porque hay cierta clase de necesidades y de instintos que nunca he tenido claros gracias a Dios.
El escenario del restaurante estaba adornado con estatuas de Ganesh, el dios elefante, y la banda tocaba bastante bien, pero la comida no me gustó y me pareció excesivamente cara. Recuerdo que tomé varias cervezas. Noah vino a sentarse entre nosotros un momento como si fuera el anfitrión de la fiesta, nos dijo que Julieta ya le había hablado de nosotros, y esas cosas. Nos contó que pensaba llevarse a Julieta a California a vivir con él, esa fue la primera vez que oímos del asunto. Nos habló de San Francisco, como si fuera Disneylandia, Nina lo escuchaba con mucha atención. San Francisco, qué ciudad tan romántica, imaginé que pensaba Nina.
Había una sensualidad en Noah, en la manera como bebía y comía, que entonces yo tomé como excesivamente sospechosa. Lo miré aplaudir a la banda y gritar, rodeado de sus nuevos amigos, colocando una mano en la pierna de Julieta. A Nina le cayó bien, me dijo, cuando caminamos esa noche rumbo al auto, y yo me limité a callar, sabiendo que la historia me daría la razón, y no fue así. Selah.


ב Bet
Entonces yo creía simplemente que Julieta era una mujer confundida. Yo estaba confundido, Nina estaba confundida, Julieta estaba confundida, no éramos más que jóvenes adultos confundidos; nuestros problemas espejismos, nuestras reuniones con alcohol para hablar de ellos eran un escape de cuestiones más importantes que podían sentirse bajo la superficie del parqué. La sala de Julieta, el dormitorio de Nina y el mío, la terraza con plantas y libros no eran más que decorados de una comedia de situaciones sin ninguna pretensión. Pasábamos las noches hablando de nuestra infancia, de cómo nos sentíamos en nuestra relación, con una copa de vino chileno en la mano, merlot o cavernet, (tampoco sabíamos mucho de vinos), o más bien, Julieta y yo pasábamos las noches hablando porque a Nina no le gustaba estar expuesta de esa manera, y a veces la sorprendía con los brazos cruzados mirando la puerta, o el negro pálido de la ventana que daba a la calle. Descubríamos el poder de las palabras para sanar o al menos dejar en claro las aflicciones. Yo creía que todo tenía solución, que las cosas se acomodaban solas, que las cosas iban hacia donde tenían que ir, como Nina y yo, que los conflictos no eran más que obstáculos en un camino que iba hacia un futuro que era también la nada, un vacío lleno de luz. Porque todo era temporal y por eso mismo permanente. Lo planes para el futuro no eran tales, hasta que Julieta, de alguna manera, me traicionó con eso del futuro. Julieta fue la heroína cultural de nuestra pequeña tribu con conceptos como futuro. El tiempo dejó de ser circular para convertirse en una sucesión de hechos. Selah.

Comments: Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]





<< Home


← older . > newer →


This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Subscribe to Posts [Atom]