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Cómo fabricar una cápsula del tiempo
(Texto de sala para La aventura del hombre, muestra de Andrés Aizicovich en Galería Jardín Oculto, septiembre - octubre de 2010)
La historia universal desde el punto de vista de la madera. En la obra de Andrés Aizicovich (1985), Krusty, Odilon Redon y marcas como Google o Paramount conviven en una suerte de sopa semiótica primordial en la que las referencias se entrecruzan con la inmediatez propia de una Wikipedia sometida a numerosos cutups. La aventura del hombre ciñe estos procedimientos a una reversión de la historia de la humanidad reducida a un cúmulo de ítems, que en cada pieza forman un conjunto abierto a sucesivas permutaciones. Herramientas diversas (lápices, martillos, serruchos, hachas y otros tantos descendientes del fémur pelado) aparecen concatenadas en complejos sistemas de tensión y soporte; en algunas piezas (como El empleo del tiempo) las herramientas solamente son mencionadas en la imagen, a la manera de un bodegón compuesto de objetos clavados sobre el fondo negro. El predominio conceptual de la madera permite reconstruir instancias vinculadas al culto primitivo, la antigüedad, el medioevo y la modernidad en estructuras como el tótem, la columna, la catapulta y la guillotina que en uno de los trabajos (Revoluciones) aparece mutilando a un tronco. El encadenamiento semántico entre la madera, las herramientas y los grandes procesos de la historia universal (el cristianismo, la Revolución Francesa, etc.) lleva implícita la idea de que el despliegue de la aventura humana puede seguirse en el entrelazamiento de la materia y la cultura. Pintor enciclopedista, al decir de David Nahón, Aizicovich no se priva de incluir referencias al cine, la televisión y los motores de búsqueda en su reversión del desarrollo humano: el siglo XX es reducible a un breve conjunto de íconos, de la misma forma que el cristianismo se reduce a una corona de espinas y una cruz formada por un lápiz y un hueso.
Características técnicas de las cápsulas. Un ejemplar de la revista Life, un alfabeto, un paquete de cigarrillos Camel, un catálogo de arte moderno en microfilm son algunos de los muchísimos ítems incluidos en la Cápsula del Tiempo Westinghouse I, creada por la firma de electrodomésticos para la Exhibición Universal de Nueva York de 1939. La idea (fundadora del género) era presentar una fotografía del momento presente de la humanidad con vistas a quien abriera la caja dentro de 5000 años. La moda de las cápsulas del tiempo se hizo fuerte con las aperturas de sarcófagos y excursiones a las pirámides de los años veinte, que permitieron llenar los museos de arte egipcio de los países occidentales con tenedores, cosméticos, armas y representaciones sagradas de las culturas del Nilo. La necesidad mesiánica de hacer pervivir la información, el anhelo de mantener una suerte de epistolario culto con un lector considerablemente distante en el espaciotiempo, el orden aleatorio, son sol ó algunas de las características de esta subespecie de memorial invertido que son las cápsulas del tiempo; la más importante tal vez sea la confianza en la prioridad de las imágenes y el carácter fuertemente igualador que dejan ver algunas decisiones: el alfabeto latino y una muñeca de plástico que salió del mercado en los años 40 son, a los ojos de los hacedores de cápsulas del tiempo, dos ítems igualmente válidos que caben en un contenedor cilíndrico.
La paradoja de Fermi como museo. Los compendios humanistas de Aizicovich tienen algo de ese espíritu igualador, en gran medida heredero del impacto que el middlebrow tuvo en la cultura de mediados del siglo XX (basta con pensar en la Cripta de la Civilización de Thornwell Jacobs, otro pionero, que incluía grabaciones de Roosevelt, Hitler y Popeye el Marino). Pero, sin embargo, ninguna de sus imágenes cuenta una historia ni se limita a la lógica del acopio; es como si cada una de ellas brotara de una suscinta enumeración desprovista de verbos. La conexión entre los ítems la proveen sólo los iterativos los sistemas de portantes, tarimas, cordones, estantes, repizas: formas ambiguas de soporte y display de objetos que parecen exhibidos de manera didáctica. El orden del discurso es un orden de presentación: una versión del acervo cultural de la humanidad reducida a una expresión tan despojada, precaria e inexacta como puede serlo un “museo de la humanidad” que sólo constara de partes sueltas encontradas por otra cultura. Aizicovich extrae así una consecuencia museográfica de la paradoja de Fermi, según la cual la probabilidad de que exista vida inteligente en otra galaxia es tan alta como la de que nunca la encontremos (y viceversa): lo máximo a lo que podemos aspirar es a un conjunto de sonidos, ruinas o una caja con souvenirs. La historia del hombre resulta así legible a los ojos de alguien más, pero más como resultado de una falta de comunicación que como un contacto intercultural fecundo. Es como si sólo pudiera reconstruirse el legado humano con restos encontrados en desorden, y según el tipo de lógica que lleva a tomar una columna por un proyectil o bien una catapulta por un exhibidor (con bastante malicia, la obra en cuestión se titula El progreso). Exactamente como ocurre con el encuentro de las ensaladeras y Nefertiti en los museos de arte egipcio, o el de Marilyn Monroe y Dante Alighieri en un microfilm en un búnker de hormigón centenares de metros bajo tierra en el medio del desierto. El carácter apocalíptico de muchas de las piezas surge del intento necesariamente frustrado por reconstruir el sentido de una civilización que ha colapsado y de la que sólo se conservan piezas que no encajan, faltantes, fragmentos. Esta sensibilidad no debe opacar una lección optimista, pues la necesidad de establecer contacto con nuestros vecinos del futuro o de una estrella lejana sólo puede formularse a través de las imágenes entendidas como nudos de materia y significado que nos permitan reconocernos como parte de una cultura: hasta que la última pizca de información en el universo se disperse en el ruido, llevamos con nosotros el polimorfo legado de la humanidad en forma de pequeñas colecciones de imágenes.
Cl
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